Al salir de esta importante zona industrial y puerto del sur de Veracruz, Feliciana se equivoca de autobús y le toma alrededor de cinco horas alcanzar su siguiente destino: Tuxtla Gutierrez. La lógica -y el cuerpo- le piden a Feliciana aprovechar el viaje para dormir... ¿pero cómo perderse el espectáculo de dejar atrás el intimidante cinturón industrial de Coatza e irse adentrando en el verdor y el accidentado paisaje que anticipan Chiapas?¿Cómo interrumpir la animada charla con la maestra y la operaria de la refinería, que le cuentan las maravillas que la esperan como si no fuera lunes bien temprano?
Pero con quien se queda Feliciana es con el inspector de los autobuses, que pese a la seriedad de su uniforme -chaleco, corbata e impecable camisa de manga larga ¡con ese calor!- a las horas -9 de la mañana, quizás mas temprano- y a los aparentes problemas en el sistema de factuación de la unidad entona una cumbia con indescriptible alegría. Entonces Feliciana recuerda de golpe por qué le gusta tanto esta orilla del Atlántico. Y se le olvidan los cansancios. Y las preocupaciones por la logística del día. Y piensa con optimismo en su próxima parada: el impresionante Cañón del Sumidero.
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