A Feliciana el cuerpo le pedía aventura y un día se dispuso a recorrer Turquía, con un par de mudas a la espalda y la guía muy al fondo de la mochila. En su camino hubo, claro, palacios de ensueño, mezquitas solemnes, ricones llenos de magia a escasos metros del bullicio, hamams vaporosos, irresistibles lokum, paisajes de otro planeta e indescriptibles amaneceres... Y también decenas de encuentros y desencuentros que supo recibir y dejar atrás cuando llegó el momento oportuno. Feliciana va aprendiendo, y se siente orgullosa de ello.
A su vuelta, camino del trabajo,
Feliciana levantó la vista y se tropezó con ésto. Y entendió que
el cielo de su ciudad, que es Bilbao, le daba la bienvenida... y se
sintió llena de gratitud y contenta de estar de nuevo en casa...
Aunque ese día, de tanto maravillarse y sacar fotos, entrase tarde a la oficina.
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